PULSO
Eduardo Meraz
El escándalo promovido por el vocero presidencial, Jesús Ramírez -siguiendo los feos moditos de su jefe- en realidad resaltó la digna postura asumida por la ministra Norma Leticia Piña en la ceremonia por el aniversario 106 de la Constitución de 1917.
Sin modales, sin educación y sin respeto hacia los representantes de los otros dos poderes de la unión, los achichincles del titular del ejecutivo pretendieron mancillar la investidura de los presidentes de la Corte y de la Cámara de Diputados al ubicarlos en sitios apartados del primer mandatario.
Gesto incorrecto políticamente en absoluto y en el cual quedó constancia de la pobreza intelectual, estrechez de miras y carácter berrinchudo del presidente totalmente Palacio Nacional, conductas de las cuales ha dado muestras continuas al ofenderlos a la menor provocación.
Por todos son conocidas sus intenciones de humillar a la ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a la cual se ha referido como “la señora Piña”, para demeritar sus capacidades y cargo y ofender a la mayoría de los.ministros,al señalar que sólo tres se salvan.
Es obvio que las acciones ofensivas durante el evento en Querétaro se realizaron con el consentimiento del titular del ejecutivo, olvidando que gobierna una República y no una monarquía en la cual no hay vasallos, sino hombres libres.
Algunas fotografías divulgadas muestran el disgusto presidencial y el de dos de sus corcholatas favoritas, sabedores de que sin mayoría calificada en el Congreso y una Judicatura independiente sus afanes absolutistas están condenados al fracaso.
Presentimiento vuelto certeza cuando escuchó los mensajes de Norma Piña, de Santiaho Creel y del gobernador queretano Mauricio Kuri, que le dejaron claro los límites constitucionales a los cuales, quiera o no, debe someterse.
En el fondo, el mandatario innombrable anhela algunos momentos del neoliberalismo cuando -según él- los poderes legislativo y judicial estaban subordinados al ejecutivo. Circunstancia de la cual disfrutó la primera mitad de su mandato y que, a la distancia, no supo aprovechar a cabalidad para realizar sus mal llamadas reformas estructurales.
Los modales presidenciales dejan mucho que desear. La celebración republicana del aniversario de la Carta Magna merece algo más que un séquito de aplaudidores a los moditos del mandatario sin nombre y sin palabra.
La impericia legislativa en Palacio Nacional y la incondicionalidad de los legisladores de la mayoría para no cambiarle ni una coma a las iniciativas presidenciales, estarían llegando a su fin.
Son estos vestigios monárquicos y los moditos los que se deben de abolir y desterrar.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Las precampañas y campañas en el estado de México serán una guerra de encuestas.
@Edumermo